Cuando los autocares aparcan en las azoteas de los edificios, cuando los barcos navegan por el asfalto de las autopistas, cuando las casas se trasladan de un lugar a otro, cuando las calles son ríos imprevistos...tal vez no estemos viviendo la realidad, tal vez pensemos que es un sueño, una pesadilla. El orden se tambalea en un segundo. No ya el orden social, económico o político, sino el orden lógico de las cosas diseñado por la mente humana. En Japón todo parece haber escapado a la razón humana. Lo que mas me impacta de toda esta catástrofe- al margen del sufrimiento y de la muerte de miles de personas- es que la naturaleza se ha reído del progreso humano, de su orden arquitectónico, de su urbanismo, de su geometría. Lo blanco es negro, lo recto curvo, lo eterno finito. Las centrales nucleares han reventado como caramelos explosivos infantiles ante el ataque despiadado del agua y de la tierra. Eran , hasta este momento, el baluarte de la ciencia humana en materia de seguridad, en materia de ingeniería. Todo se ha quedado reducido a la nada. La mente humana, el progreso han quedado desprestigiados, tal vez devastados ante el eructo iracundo de la naturaleza. Esa es parte de la tristeza que ahora respira la humanidad y que aún no ha asumido. No somos tan maravillosos, no vivimos instalados, al menos de manera segura, en el poder de la ciencia, de la tecnología. Nos han dado un baño de humildad. Hace muchos años recuerdo haber visto una película basada en la Iliada en la que aparecía la imagen de Zeus enfadado con los hombres. De pronto ordenó a sus dioses que agitaran el viento, que removieran la tierra, que enfurecieran al agua. Los pobres hombres se vieron abocados a una tragedia descomunal. Los pueblos a los que afectó la ira de Zeus quedaron borrados del mapa. Esta vez han sido los japoneses pero podía haber sucedido en cualquier parte del planeta. Hemos maltratado tanto a la naturaleza, con ensayos nucleares, armas de todo tipo, emisiones, contaminación, etc que parece que ahora la naturaleza está dando gritos de dolor, revelándose contra todo, intentando sobrevivir a la especie humana.
El hombre se ha quedado noqueado. Haríamos mal en pensar que esta es una catástrofe evaluable en términos económicos. ( Se calculan hasta el momento en cerca de 80.000 millones de euros las pérdidas materiales. En España el tsunami bancario nos va a costar cifra parecida) Esto va más allá de la economía. Urge rápido un replanteamiento global de quienes somos, adonde vamos, que queremos hacer con nuestro planeta. No puede seguir ni un minuto mas en manos de especuladores, de rufianes, de mafiosos, de grupos de poder corruptos. La adolescente japonesa llorando en la ruinas de su ciudad me recuerda a una película de ciencia ficción. Pobre pueblo japonés. No me gusta la compasión, sin embargo. Me gusta la solidaridad, el esfuerzo común, el apoyo mutuo. Ningún pueblo se merece esta catástrofe. Y menos el japonés. El sol nacerá de nuevo, pero leo en ella la advertencia general a la humanidad. Vamos camino del despeñadero.Hay que aplacar a los dioses.
miércoles, 16 de marzo de 2011
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