Ya uno se mosquea cuando sus señorías deciden elaborar una ley de la transparencia. A priori es reconocer que la vida pública española, la democracia española, está sometida a densas oscuridades desde su nacimiento, algo que, por naturaleza, atenta contra la esencia misma de la democracia. Nadie se ha preocupado de este pequeño asunto hasta que la cosa se ha hecho irrespirable; el fango de la corrupción orilla en La Zarzuela, por culpa del caso Nóos.
Legislar sobre la transparencia es como legislar sobre el aire. No hay necesidad. Pero si la hay, como parece el caso, es para poner todo tipo de trabas a la misma transparencia. Quiere el azar que los partidos políticos empiecen sus sesudas reuniones para debatir este tema en el momento en que todos y cada uno de ellos - o casi todos- están salpicados por casos varios de corrupción. Si ya tuvieran aprobada la ley de la transparencia tendrían, sin duda, un buen argumento para contrarrestar todas las acusaciones..."Nos atenemos a la ley de transparencia, tal y como manda la ley de transparencia tenemos nuestras cuentas al día, las contrataciones se hicieron tal y como manda la ley de transparencia...pueden ustedes revisar nuestras finanzas que están publicadas tal y como manda la ley de transparencia..." EN fin, nos hubiésemos cansado de oír argumentos basados en la ley de transparencia..Pero todavía no los pueden utilizar. Nadie se pone de acuerdo para sacarla adelante. Y es que la situación no deja de ser patética. El caso Bárcenas, el caso ERE, el caso Palau, el caso Nóos, sería una prueba para ver hasta qué punto los partidos y las instituciones creen en la transparencia. Deberían abrir las puertas y las ventanas, que entrara la luz y que la opinión pública escudriñara y comprobara cómo su democracia se ha ido convirtiendo en un tinglado mafioso en el que los partidos, el poder financiero y las grandes empresas se lo han llevado "muerto" durante decenios. Por eso es tan importante llegar a la Moncloa. Por eso es tan importante gobernar un municipio, una comunidad. El pueblo español está en horas bajas. Ignora que es el pueblo soberano y que en su nombre no se pueden cometer tantos desmanes, tanto latrocinio. El es el único depositario de la transparencia y el único que debe exigirla. Nuestra democracia ha sido secuestrada por aquellos que deberían administrarla. Nuestra falta de reflejos, nuestra falta de tradición democrática, el espejismo del "boom" inmobiliario y la cruda realidad del pinchazo nos han dejado sonámbulos. Nadie se explica si no cómo es posible que asistamos impasibles a tantas mentiras, a tantas contradicciones, a tantas tomaduras de pelo, sin indignarnos. Hablan de una ley de transparencia y se niegan a dar explicaciones sobre presuntos comportamientos delictivos. No hay nada que hacer. Sólo cabe regenerar todo. Es el triste sino del pueblo español. Siempre pensando en la regeneración.
domingo, 21 de julio de 2013
LA TRANSPARENCIA
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