miércoles, 13 de noviembre de 2013

CONVERSACIÓN IMAGINARIA ENTRE UNA DELINCUENTE PIANISTICA Y UNA RECLUSA

 Laia llevaba ya dos años entre rejas. Sus manos tocaban un piano imaginario. En cualquier lugar de su celda o en el patio de la cárcel las otras reclusas observaban como movía los dedos y los deslizaba sobre el teclado del aire. Sólo ella era capaz de oír su música. Así en silencio. Los jueces no sólo le habían privado de libertad durante siete años, también le habían prohibido tocar ningún piano durante otros cuatro.
La nueva reclusa le preguntó a Laia.
.- Y tú.¿porqué estás en el talego?
.- Yo....respondió titubeante Laia, pues por tocar el piano.....
.- Venga, no me tomes el pelo...replicó la reclusa. ¿escondiste el cadáver de tu novio dentro del piano?
.- No, no...dijo Laia....Yo no he matado a nadie...Me denunciaron por tocar el piano, por contaminar acústicamente, por alterar la psique de mi vecina..
.- ¡Para, para¡ dijo la reclusa..¿qué es eso de contaminar acústica...qué?
.-  Vale - susurró Laia- Pues para que lo entiendas...parece ser que el sonido del piano le molestaba profundamente a mi vecina, la volvía loca, y me denunció...
.- Pero... ¿se puede denunciar a alguien por eso? replicó la reclusa.
.- Pues sí, si se puede...confirmó Laia. En realidad te pueden denunciar por cualquier cosa.
.- Pues si lo llego a saber antes denuncio al camión de la basura...¡que mira que hace ruido y me despierta todas las noches, cómo si presintiera que voy a ser engullida por sus tripas de metal... La reclusa hizo una pausa. Luego continuó. - Pero tú...¿es que estabas tocando el piano a todas horas?
.- No, no,  lo normal...Cuánto más me atrapó la música, más horas le dedicaba claro. Pero hice todos los esfuerzos para no molestar...aislé mi cuarto, compre una manta para silenciar en lo posible el sonido, y, después de todo, me cambié de casa.....Una casa sin vecinos...así no oía los carraspeos de las gargantas, ni los resoplidos de polvos urgentes, ni las cisternas de los baños, ni las voces groseras de la apatía...Es curioso todas estas cosas no se consideran contaminación acústica por una cuestión de decibelios, pero te aseguro que eso sí es contaminación, de la buena..pero claro no van a sentar en el banquillo de los acusados a los arquitectos que fabrican paredes de papel o casas miniatura donde el valor de la intimidad no se contempla nunca...
.- ¡qué razón tienes¡ dijo la reclusa. ¡Y qué bien expresado¡ Cuando estaba en el salón de mi casa oía todas las conversaciones de mis vecinos,,,tenía que golpearles en la pared para que bajaran el tono de las voces..me sabía toda su vida, cuando entraban al baño, cuando salían, cuando estaban mosqueados, cuando no....y los niños...era como si los tuviera en el cuarto de al lado... Bueno, pero esa vecina que te ha denunciado ¿qué la pasa? ¿se ha vuelto loca?
.- No, no, dijo Laia. Ella también se fue de la casa. La tuve que pagar cincuenta mil euros en concepto de daños psiquicos. Espero que haya ido por lo menos a un buen psiquiatra. Tal vez ahora empiece a amar la música.
.- O sea..¡ Que os habéis arruinado¡ ¡ y todo por tocar el piano¡ Y eso que decía Cervantes, que una también tiene su cultura, que dónde hay música nada malo puede haber.....
,. Pues ya ves, no siempre se cumple el dicho.  Y tú.. - preguntó Laia-  ¿porqué estás aquí?
.- Pues..por una cosa de nada..un atraco a mano armada, dijo la reclusa. Me han caído tres años.
.- ¿Tres años? dijo Laia con sorpresa
.- Oye,¡ que yo no he contaminado a nadie¡ sentenció la reclusa.

viernes, 8 de noviembre de 2013

MIRARSE EL OMBLIGO.

Dado que todo está en revisión no estaría mal que el periodismo español acometiera la ingrata tarea de mirarse el ombligo. Me sirve de percha el terrible episodio de la televisión valenciana. Una televisión que naufraga entre el descrédito y la bancarrota por culpa de una gestión lamentable que roza el nepotismo y probablemente la delincuencia. Son muchos los periodistas de ese canal que ahora se han atrevido a confesar el grado de infamia y manipulación informativa al que estaban sometidos. Mas vale tarde que nunca. Pero es en esas confesiones donde empiezo a intuir una parte de la gravedad del problema. Tal vez si hubiera habido un acuerdo económico y no peligraran los puestos de trabajo muchos de ellos hubiesen preferido seguir guardando silencio. Ya se sabe. Lo primero es llenar el estómago. Desde hace muchos años esta profesión ha dejado de estar al servicio de la verdad para erigirse en portavoz de verdades parciales sujetas a intereses políticos, sociales, económicos. El periodista ha pasado a ser un número, una pieza del engranaje, con poca capacidad para relatar su verdad, salvo honrosas y no pocas excepciones. Existe en las redacciones una burocracia de poder que administra los tiempos, los contenidos, la interpretación de los hechos, burocracias que no tienen ningún reparo en dejarse fotografiar con sus amos. Esa burocracia de poder es un cáncer para el periodismo.
Cada vez más los nuevos y jóvenes periodistas que se suman al deteriorado mundo del trabajo se suman  al descontento por la profesión. Se sienten una especie de botones mandados con urgencia a recabar algunos totales, con poca o nula capacidad para contar la realidad, encorsetados en unos estereotipos, en unas formas de relatar que abocan al fracaso cualquier espíritu crítico. Son muy pocos los que pueden dar ese salto tan deseable hacía la independencia. El problema es que los periodistas llevamos callando muchos años lo que pasa dentro de nuestra profesión. Nosotros, los abanderados de la verdad, nos atrevemos poco a contar todas las incongruencias y las falsedades que nos rodean. Los compañeros de Canal Nou callaban. Pero no son los únicos. Si arañamos un poco en todas las redacciones encontraremos situaciones semejantes. Cuando uno cede en su ética profesional es posible que salve su puesto de trabajo, pero a costa de hacer un agujero en el futuro de la profesión y ese agujero tarde o temprano nos engulle a todos. Yo creo que es hora de revisar la situación a la que hemos llegado. Los medios no deben seguir en manos de quienes no creen en ellos. El periodismo es un oficio muy hermoso y cada vez más necesario. No podemos dejar que se vaya por el estercolero de la historia.

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