miércoles, 9 de noviembre de 2011
CUENTO DE OTOÑO
El zorro bajó al hotel. La excesiva vegetación que rodeaba el complejo debió interpretarla como una prolongación de su libertad. Estuvo husmeando por los jardines buscando algo que llevarse a la boca. Era muy pacifico. Se sentó justo en un rayo de sol y erizó su cola como una antena dispuesta a recibir todo el misterio de la luz. No le perturbó nuestra presencia, ni a nosotros la de él. Entonces pensé en ese momento que habita fuera de lo social, cuando las sensaciones son extremadamente libres y la comunicación se establece con vibraciones. Miré a mi alrededor y por fin contemplé que el otoño se había instalado en nuestras vidas con todo su incendio de colores. Siempre me ha llamado la atención esa diversidad de colores, esa paleta insaciable que todos los árboles ofrecen a la galería de la vida. Afortunadamente nada de todo ello se puede comprar, solo visualizar, como se visualiza el sonido en el interior del espíritu. Y me di cuenta de lo reconfortable que es vivir el momento alejado de las ataduras del lenguaje, de la actividad mundana, de los argumentos estériles que conducen al vacío lleno de espectáculo. Por eso levanté mi cerveza bebiendo poco a poco y brindando en silencio mientras observaba la lenta huida del zorro que siguió su camino perdiéndose por las veredas. Ha sido quizás el viajero mas interesante de todos los que han pasado por el hotel en este último otoño.
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El cuento es fantástico...
ResponderEliminarParece que estemos alli ¡presenciándolo!.
Si el zorro inspiró al autor esta bella mini historia, desde luego que ha sido el viajero más interesante de todos.