Por avatares diversos de la vida, nuestra periodista de desplazó a vivir a la comunidad de Madrid. Y, como la situación, era un poco agobiante, empezó a repartir su currículum en todos lados. Para no quedarse quieta y con el ánimo de ser útil a los demás, se ofreció como profesora en las clases de apoyo a niños inmigrantes de su pequeña localidad. Fue aceptada de plano. Asimismo la Cruz Roja la fichó para sus clases de apoyo en otro pueblo de la sierra. Durante más de un año estuvo dando clases a los demás de forma desinteresada. Pero, por fin, un día le llamaron de un colegio. Le ofrecieron sustituir durante cuatro meses a una profesora de lengua que iba a dar a luz. Su currículum les pareció brillante.
Todo fue felicidad para nuestra periodista. Rápidamente se organizó y ofreció lo mejor de si misma para hacer comprender la dichosa lengua a los alumnos. En el colegio todo eran parabienes.
Un día llegó una inspectora de educación, una especie de madrastra de la enseñanza. La felicidad se volvió preocupación.
.- No nos fiamos de los periodistas en la enseñanza. Esta profesora que tienen no está capacitada para dar clases a los alumnos. Ustedes verán lo que hacen, pero la consejería no va a pagar ni un duro por la sustitución de la maternidad.
El director del centro intentó hacerla comprender a esa buena señora que si estaba capacitada. Era licenciada, tenía el CAP y había aprobado las oposiciones en Andalucía. No le bastó.
.- ¡que recurra, mi decisión¡ Y ya veremos.
Nuestra periodista se movió rápido. Envió un requerimiento a la consejería de educación de Andalucía para que certificaran que había aprobado las oposiciones, que se encontraba en la lista de espera como profesora de lengua y literatura y que certificara su aptitud para dar clases a secundaria.
Prodigiosamente la consejería de educación se movió rápido. No sólo certificó todo lo anterior, sino que también constató que nuestra periodista era profesora de lengua y de literatura.
Un alivio. Con los papeles en regla, se hizo un recurso. Sólo era cuestión de esperar a que la comunidad de MADRID, diera por válida la certificación de la comunidad andaluza. Ya se sabe, en España no puede haber discriminación de ningún tipo y la constitución garantiza nuestros derechos en todas las partes del territorio nacional.
Pero fueron pasando los días. Y la madrastra de la enseñanza no daba señales de vida. Se cumplían ya los cuatro meses de baja. La profesora que había dado a luz decidió prolongar la baja un año para atender a su pequeño. Nuestra periodista se impacientaba. El director del colegio también. En la decisión de la inspectora estaba el renovarla un año o no.
Llegó el maldito día no deseado. A nuestra periodista la llamaron a secretaria. Su carta de despido estaba sobre la mesa. No podían hacer nada. El director no podía consentir tal injusticia, así que descolgó el teléfono y llamó a la madrastra de la enseñanza.
.- La administración no tiene plazo para responder. Si la contratáis os arriesgáis a no ver ni un duro. Vosotros sabréis.
Eso fue todo lo que pudo sacar de ella.
- No nos podemos arriesgar, dijo el director. Lo siento mucho.
Así fue como nuestra periodista fue despedida del colegio. Su magnifico sueldo era de 320 euros al mes, a los que hay que restar 90 euros que invertía en transporte. Es decir, 220 euros.
Eso es vocación.
POSDATA: Gracias querida burocracia, por ejecutar tan bien vuestro papel. En un contexto de crisis como el actual, con trabajos remunerados sin dignidad, encima os atreváis a poner más obstáculos, en un asunto que además atenta contra la constitución. El día que la burocracia esté al servicio del ciudadano y le facilite las cosas, y no sea una carrera de obstáculos habrá por fin entrado de pleno la democracia en la vida pública de nuestro país.
Lo siento en el Alma por nuestra querida Periodista, que por cierto ya es profesora, !que vergüenza! por la madrastra de inspectora, no sé como pueden conciliar el sueño, personas así. Por que no la periodista prueba dar clases particulares privadamente? Un beso Enorme
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