sábado, 7 de noviembre de 2009

LA CULPA

No sé cual es el mecanismo mental por el que un ser humano que aparentemente se despide de forma cordial de sus amigos y de su novia hasta el día siguiente decide poner fin a su vida . El suicidio del ciclista Dimitri de Fauw me ha impactado. Nunca fue acusado ni investigado ni tan siquiera señalado como el responsable de la muerte de otro ciclista español , Isaac Gálvez, que murió en el velódromo de Gantes el 26 de noviembre de 2006 tras un fortuito incidente con De Fauw. Pero el corredor belga nunca se recuperó de ese sentimiento de culpa que le fue poco a poco apartando de la vida. Y es curioso porque alguien puede tener una sentencia judicial de 30 años de cárcel y no sentir ninguna culpa por nada, y , sin embargo, una acción fortuita a la que no cabe juzgar ni enjuiciar puede acarrear ese sentimiento de culpa mas terrible que una condena de cárcel. De Fauw pasó tres años corriendo en solitario, en otros velódromos, vuelta tras vuelta con la sensación de que sus propias ruedas giraban en su vida sin otorgarle nunca mas el sentimiento de la libertad. La depresión es algo así como un velódromo en el que giras y giras y nunca encuentras la salida. Tenía 28 años y muchas perspectivas por delante. Pero tenía que zanjar esa extraña deuda con la vida a costa de su propio sacrificio.
Nietzsche declaró inocente el devenir y exoneró con su filosofía a toda la humanidad de ese sentimiento de culpa que durante siglos inoculó la tradición judeocristiana, una tradición que aún pervive. Nacemos culpables, según las religiones. Lo que me sorprende del corredor belga es que no llegara nunca a sustraerse de ese sentimiento terrible de la culpa, que no pudiera remontar la soledad de un corredor de fondo y que no pudiera engancharse de nuevo a la vida, máxime cuando no había nada por lo que pagar, mas que una mala pasada del destino. Frente a la culpa inexistente existe el juego, el profundo juego heracliteo en el que un dios tira constantemente los dados del azar. No se es culpable por vivir y por jugar, aunque a veces salga mal. Sólo se es culpable de no vivir.

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