Realmente lo del torero Julio Aparicio fue una aparición. Le vi en una foto de un periódico mostrándose hierático, erguido, casi con apariencia de estatua. Acaba de salir de la cogida mas brutal que yo haya visto jamás hace tan solo unos días. Ni el pintor mas macabro osó mostrar nunca una imagen con tanta profundidad, con tanto dramatismo. El cuerno que atravesó su garganta dejó sin voz al mundo. No hubo ni tiempo para el grito. Yo pensé que le había matado, que le había roto la traquea, la yugular, que le había destrozado el cráneo, la lengua; que le había secado para siempre la saliva, que las silabas ya nunca mas volverían a juntarse. Y en ese momento maldije la fiesta, la muerte, la sangre, el dolor de todos. Me dejó un regusto amargo en la conciencia. Despotriqué contra este sentido absurdo de encarar la vida de buena parte del pueblo español. Su cogida coincidió con uno de esos nefastos días de la vida política y económica nacionales. El toro de la crisis nos corneaba a todos en los lomos del horizonte y nos rasgaba la garganta del futuro.
Es la tragedia. Unir una cosa a la otra. Ver el horizonte sombrío. Comprender el dolor de todo acto unido a un destino inexorable. Pero héte aquí que apareció de nuevo Julio Aparicio, sorteando al destino, a la hemorragia de sangre y arena, al puñal clavado con la cabeza de un animal mítico. Héte aquí que el torero salió de su propio laberinto, huyendo de la muerte, con la mirada afilada de quien ha visto de cerca la niebla llameante del averno, sujetando el futuro con la muleta de su presencia, encarando el devenir sabiendo que un dios benevolente le rozó con un soplo la llama de la vida. Y héte aquí, que me alegro de verlo vivo, escultural, profundo, sin contestar a ninguna interrogante. Lo otro, lo de la fiesta, siempre será lo mismo para mí: una extraña comprensión de ese arte y una extraña reprobación de que hay algo que no me gusta: el sufrimiento, tal vez la chulería que inspira buena parte del comportamiento del pueblo español. Porque sublimar esa chulería y hacerla valor exquisito es cosa de muy pocos: de los aparecidos.
martes, 8 de junio de 2010
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