viernes, 30 de diciembre de 2011

ACABANDO EL AÑO

Me despido del año encontrándome con Mozart, andando en sus laberintos musicales, transmitiéndome esa alegría única de existir, de crear, de saltar, de reír por todo lo maravilloso de la existencia. Me despido del año con Mozart, una de las tantas razones para seguir creyendo en el ser humano, columpiándome en las esferas del universo, en el diapasón del silencio, en la remota estación donde un día fui conducido por sus armonías, por sus acordes, por sus tonalidades. Esa mágica vibración de la mente, esa línea de pensamiento musical nacida en el borde del precipicio donde sólo pueden asomarse aquellos que se anticipan a todo tempo, incluso al tempo de la tierra. Antes de nada, después, quizás... No hay palabra que consiga seguir a sus melodías, no hay fuerza que consiga eclipsar el eco de sus melodías, tan sencillas, tan profundas, tan radiantes, tan lúdicas....Me despido del año contigo, Mozart, a quien la humanidad no fue capaz de enterrar con tu nombre, muerto anónimo en una fosa común, como recompensa a toda tu genialidad. Brindo por ti, por todos aquellos que aún en horas bajas, en turbulencias existenciales de todo tipo, nadie pudo derrotarles, nadie pudo aniquilarles porque brillan y brillarán por encima del mediocre contubernio social. Sólo oír tu música es ya nacer en un mundo mejor, con la algarabía de los sentidos destilando los sueños mas inimaginables de la mente humana. Voy en bicicleta, pedaleando en mi corazón y me siento feliz de camino hacía tus notas. Es la mejor manera de acabar y de empezar un año, esa triste medida del tiempo, que nada tiene que ver con tu "tempo".

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