sábado, 17 de diciembre de 2011

LÁGRIMA POR UN BOGAVANTE

Viendo como mueves tus pinzas arquitectónicas en la llanura de plástico y hielo, emitiendo ese sonido silencioso de dolor en el bullicio del mercado, deja que llore por ti y me encadene en el agua de tu zozobra sabiendo que nadie te rescatará, que nadie comprenderá tu caparazón milenario que te amurallaba contra otros dientes, otros peligros mas evidentes. Juani ríe. Despacha alegremente a la gente. Son buenas, guapas y sencillas mujeres del pueblo, ataviadas con sus uniformes marinos de supermercado. Las gentes te observan y se dan cuenta de que estás vivo, en plena agonía, pero les llama la atención más tu movimiento -garabatos en el aire- que tu estado de ansiedad. Otros de tus congéneres han ido desistiendo del intento y ahora yacen inertes en la colcha de perejil que con tanto cuidado ha preparado Juani. Yo que provengo del otro lado del abismo, que soy anfibio antes que humano si oigo el inmenso sonido silenciosos de tus capas. Tantos milenios tardaste en formarte, tanta evolución para irte adaptando al ambiente, mucho antes de que el hombre, ese hombre que te va a engullir en su mesa de navidad, tan siquiera tuviera idea de si mismo, que me sorprende coincidir contigo en sala de urgencia de un supermercado con todo el aparato forense listo para ser utilizado. Tu autopsia se escribió hace millones de años por fuerzas que aún no comprende bien el ser humano. Pero yo si he convergido en tus cataclismos, he derrapado por cuencas y marismas, he rodado por vegas y ramblas para llegar a saber quien eres en realidad. Una creación majestuosa de la naturaleza, una forma impresionante de ser vivo, un resto mágico de magmas y corrientes, que se reflejan en tus ojos arcaicos y petrificados, cegados ahora por el resplandor de un fluorescente. Esa roca suave de tu cuerpo, esos colores ocres profundos, esas tenazas-grúas que se levantan en el aire removiendo la cuna de tu origen, el mar, me hacen volver de nuevo a la existencia, buscando la verdad, la única verdad que puedo hallar. Por eso mi lágrima, salada, marina, quiero que te acompañe en esa lenta agonía que ya todo el mundo considera normal.

1 comentario:

Seguidores

Buscar este blog