Dicen algunas personas bien informadas que la siempre escultural Barbara Rey mandó una corona de flores al tanatorio donde reposaban los restos mortales de Sabino Fernández Campo, la mano derecha del Rey en los años mas problemáticos de la democracia. No sé si como agradecimiento hacia su persona o como recordatorio de algo que la murciana jamás ha logrado superar. Que Doña Bárbara tiene ganas de seguir jugando es algo que parece claro, a pesar de algunas serias advertencias que ya tuvo en el pasado. El secreto de la Rey es el secreto peor guardado de la democracia. Tal es así que todo el mundo lo ha interiorizado como una de esas verdades que todos conocen pero de la que nadie habla en público. Creo que Bárbara Rey ha sabido explotar este enigma tan poco enigmático como nadie. Incluso cuando habla en las televisiones y deja en suspenso esa voz tan grave parece que va a acabar contando la verdad que todo el mundo sabe y que algún día espera oír por su boca. Pero Doña Bárbara se ha convertido en una maga del suspense. Y en eso quizás coincidiera con D. Sabino, otro mago del suspense. Cuando Sabino hablaba había que destrenzar las silabas para ver si entre ellas se escondía algún mensaje profundo de las verdades de la corona. Pero con Sabino pasaba un poco como con Doña Bárbara. Amagaban pero no daban, porque, al fin y al cabo, su valor estaba en lo que callaban no en lo que pudieran contar, que , por otra parte, todo el mundo intuía.
A Don Sabino le traté durante unos meses elaborando un reportaje sobre el 23-F. Confieso que me cayó muy bien y que se portó con mucha amabilidad. De él recuerdo esa mirada quieta y profunda que no se correspondía exactamente con el ritmo de sus palabras. En aquellos días estaba un poco como de vuelta de todo. Una de las frases que se me quedaron grabadas en aquellas charlas y que denotaba cierto cansancio fue una que me dijo en tono cordial y que no creo traicionar nada si la cuento aquí. Se quejaba de algunas amistades del Rey. El se opuso a ellas en la medida en que pudo.
A Bárbara Rey la conocí una de las noches mas extrañas de mi vida. El mismo día que alguien había entrado en su casa con intención de robar fotos y documentos comprometedores que, según ella, están a buen recaudo en alguna caja de seguridad del mundo. Estuve hablando con ella en el hall de un hotel hasta el amanecer. El miedo, el amor, la frustración y la rabia formaron un cóctel explosivo.
La corona de Bárbara Rey es algo mas que simbólica. Seguro que D. Sabino, mago del suspense, supo tratarla con mucho tacto y darle buenos consejos. Vales mas por lo que callas, que por lo que hablas, aunque los gestos de Bárbara resultan mas elocuentes que las palabras.-
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